El tiempo no desgasta

Podría viajar donde estás, soñarte no parece bastar. El hambre y el insomnio son cualquier cosa comparados con esa persistente idea de estar contigo. Los segundos entonan el ritmo de la noche, marcan el paso de mi caminar y guían al silencio, el cual no puede relajarse en tan perturbada noche llena de contratiempos. El tiempo no alcanza.

Aún así, no sé de dónde saco el tiempo para consumirlo en tu idea, en eso que de manera desinteresada se pasea por las bastas llanuras de la noche solitaria y acompaña a quien camina soñando. A quien no viaja y solo espera. «Podría» no es suficiente. Es evidente que no es suficiente.

El tiempo no se desgasta, desgasta. Mi idea se desgasta. Se queda sin horizontes y con ella los pasos marcados por los segundos. El silencio se descubre así mismo como incompleto hasta que el silencio se hace perpetuo. La noche se revela así misma como un gigante, no como un camino. Parece ser una simple barrera. Sí, escogí mal el tiempo. Este no era el tiempo. Era el reflejo de un tiempo…

Me doy cuenta que mi tiempo lleva otro ritmo, otros segundos, otro tiempo. Parece que esta vez cambiaré la noche por el amanecer, pues este marcapasos me recibe en la mañana, me canta el buenos días y, desinteresadamente, me acompaña durante el resto del día. La idea que nace es apenas un brillo, un brillo que baña al tiempo, lo abraza y hasta lo carga. El tiempo no desgasta…

A place without the time, por Adam Wicinski
A place without the time, por Adam Wicinski